Después de casi un año sin estar en las aulas a causa de la pandemia, volver a ver los rostros de felicidad de nuestros niños resulta gratificante para el corazón, llena de optimismo el ambiente escolar, el cual ha sido afectado negativamente en muchos aspectos  y se crea la sensación de que iniciar de nuevo es el camino correcto a pesar de las expectativas ambiguas y las opiniones contradictorias en el medio por retomar las labores educativas bajo el modelo de alternancia escolar . Entendemos que los más pequeños son tal vez los más afectados por no  poder volver a las aulas, pues el contacto y el juego con sus pares es una de las cosas que más extrañan. Los niños son seres genuinamente resilientes, ellos tienen la capacidad de  empezar desde cero y convertirse en grandes promotores de esperanza, llevando consigo un mensaje de optimismo y fe a pesar de las circunstancias.

Es posible que ahora que iniciamos la alternancia académica en algunas instituciones educativas,  comience a ser evidente notar niños retraídos, con dificultad para relacionarse e incluso con miedo al contacto con sus compañeros, pues es normal  luego de tanto tiempo  y seguramente es un proceso que no será difícil superar, pues no muy lejos se sentirán de nuevo en un ambiente familiar que brinda seguridad, amor y apoyo al igual que  satisface sus necesidades emocionales propias de la edad escolar inicial.

La escuela debe ser un lugar seguro para todos, no solamente en cuestiones de bioseguridad, sino, en cuestiones de procesos emocionales que brinden herramientas para que al retornar a las aulas, las experiencias de aprendizaje académico y emocional sean cuidadosamente acompañadas con el fin de brindar el soporte psicopedagógico que se requiere. Diseñar o ejecutar programas de salud emocional y/o mental, debe ser ahora casi obligatorio en todas las instituciones educativas ya que hay que cuidar con detenimiento cada uno de los niños y niñas, así como el personal que labora en las instituciones sin olvidarse de los efectos colaterales que resulten de una buena ejecución de un programa de educación en emociones con incidencias en las familias y en toda la comunidad educativa.